Soy una mujer holística

Creo firmemente que todo pasa en esta vida por una razón, pero sobre todo, por una buena razón y, seguramente, fue eso lo que me llevó a escribir el prólogo de este libro. En este espacio quiero compartirte cómo me convertí en una mujer holística para introducirte en este manual de crecimiento.

Vivo en un constante aprendizaje de mí misma. Hasta hace poco tiempo vivía preguntándome: ¿por qué sucedió tal o cual cosa? Pero un día decidí transformar mi pregunta en un ¿para qué sucedió? Y eso me ha liberado de muchas historias mentales que se quedan en eso: historias. Nuestra mente vuela y empieza a inventar, culpar, etiquetar o juzgar porque es lo que mejor sabe hacer y, que quede claro, no pretendo cambiarla, pretendo solo observarla. A veces no me sale tan bien como quisiera, pero bueno, de eso se trata este juego de la vida: de aprender y seguir aprendiendo. Todos estamos en un proceso de aprendizaje diferente y por eso actuamos como actuamos. Justamente en eso se basa mi concepto personal de compasión y empatía.

A lo largo de mi vida me he sentido atraída por todas las cuestiones de crecimiento y desarrollo espiritual sin saber realmente por qué. Desde que tengo memoria tuve conciencia de la Gran Presencia que siempre camina conmigo (y con todos, claro) y me considero absoluta y devota creyente de Dios, Creador, Divinidad, Ser Supremo, Universo o como cada quien se sienta más cómodo llamándole. Desde que era niña siempre me cuestioné todo. Absolutamente todo. Mi duda principal era Dios y su presencia en mi vida. Estuve once años en un colegio religioso y orar era mi día a día. Sin embargo, allí se hablaba de Dios como un señor de barba blanca, inalcanzable, que continuamente repasaba la lista de lo que se debía hacer y lo que no y siempre te vigilaba para ver por cuál pecado castigarte más severamente. Ahora entiendo “para qué” estuve tanto tiempo ahí: para que estos conceptos y mi fe evolucionaran junto conmigo, ya que esta siempre ha estado presente y me ha acompañado a lo largo de toda mi vida. Si de algo me he agarrado ha sido de Dios y de su presencia en mí. Hace mucho dejé de creer en Él y comencé a vivirlo porque Dios siempre es bueno y Dios no está fuera de mí.

Vivo cada día con la compañía de un Dios amoroso, tierno, compasivo, guía y acompañante. Es el mismo que tiene todas las características de un padre en todo el sentido de la palabra, es decir, alguien que siempre busca lo mejor para sus hijos. ¿Cómo no sería así si todo nos lo dio Él? ¿Cómo nos podemos sentir culpables de usar lo que nos regaló para que lo usáramos? ¿Cómo puede castigarnos por ser como Él nos hizo? ¿Qué clase de dios o de padre sería? Y, como todo un padre, también es fácil tener acceso a Él, por lo que no hay que hacer cosas muy complicadas. Puedes pedirle ayuda como se la pides a cualquiera, puedes sentirlo de la misma manera que sientes el beso de tu hijo, esposo, madre, padre, hermano o amigo.