Renaser

¿Por qué escribí este libro?

Fueron varias razones. La primera: podría haberme ahorrado completamente el contar acerca de mi experiencia personal, hubiera sido muchísimo más fácil escribir este libro, o podría haberlo escrito como novela con personajes imaginarios, o podría dedicarme a relatarte los muchos casos, tanto de mujeres como de hombres que recurren a mí en busca de respuestas. El noventa por ciento de las personas que se acercan a mí me buscan para que les ayude con un problema, así que seguro sí tendría material. Incluso algunos me llaman con cariño “maestra”, porque asisten a mis cursos o ven mis videos donde les enseño y facilito el camino de: cómo tener más conciencia en nuestras vidas y vivir con mayor paz.

Sé que para algunos lo ideal sería que no contara nada de mis dificultades y sólo les diera la receta correcta, los buenos consejos o las respuestas concretas, es decir, entre más rápido, mejor. Sin embargo, creo que la mejor manera que tengo de mostrarte cómo he aprendido y renacido es compartirte mi experiencia, contarte cómo no dejé que se amargara mi corazón ni dejé de confiar en mí. Al contrario, me volví una mejor versión. Si no te contara mi historia, no podría recordarte cómo tu vida es la mejor lección que tienes para aprender. Tú vas en el asiento del piloto, estés tomando el volante o no; te des cuenta de que puedes volar o aún no.

Mi vida es el mejor libro que tengo escrito. He tenido aventuras excepcionales y también algunos misterios excepcionales; me he levantado excepcionalmente, porque las experiencias que te platicaré no parecían fáciles de asimilar.

Si pones atención en por qué caíste, en cómo te levantaste, cuando se repite varias veces aprendes a levantarte más rápido y puedes enseñar. Cada uno necesita aprender a cuidarse, incluso de sí. Por mi parte he tenido que aprender mucho de eso y sé que seguiré aprendiendo.

Uno aprende mucho más en la vida misma que en una carrera profesional (si es que tuviste la fortuna de tenerla). La principal escuela es la casa. Por un lado, ahí es donde aprendemos lo esencial, ahí grabamos inconscientemente cómo es que merecemos ser cuidados, qué tan amorosamente observados, escuchados, abrazados, aplaudidos. Por otro lado, aprendemos a cuidar y también a poner atención en las necesidades de otros, en sus tiempos, en quiénes son mejores para pedir y quiénes lo son para callar y conciliar.

La responsabilidad de cuidar de otros la observas y la aprendes sin darte cuenta, en algunos casos, de manera sutilmente impuesta. Esto no es algo dicho, puede ser por costumbre o por imposición de género; o bien porque por muchos años culturalmente ha parecido normal. Que un miembro de la familia, madre o padre, fuera el que cuidara más y el otro el que trabajara más, eso también te enseñó, al menos inicialmente, qué era lo “normal”. ¿Tú qué aprendiste más: a cuidar o a descuidarte?